jueves, 28 de junio de 2007

Nuevos tiempos para New Orleans

No hay ciudad con más historia en Estados Unidos que Nueva Orleans. Por eso parece que el maldito huracán Katrina llegó para borrar ese pasado, sus gentes, su cultura, su mezcla. En sólo unas cuantas horas.

La región de luisiana fue descubierta por los españoles (que no se quisieron quedar) y colonizada por los franceses en 1718, los cuales dieron nombre a muchas ciudades de luisiana, entre ellas Nueva Orleans. Mas tarde se la cedieron de nuevo a los españoles, luego volvió a los franceses, que vendieron la Luisiana finalmente a los Estados Unidos. La colonización conllevaría la mezcla de los europeos con los indios americanos y con los esclavos africanos y caribeños que trajeron los colonos, dando lugar a una serie de etnias reconocidas en la actualidad y propias del estado de luisiana: los criollos y los cajunes. Hubo un tiempo, segun el museo del estado de Luisiana, que convivían todos en paz y armonía, que los esclavos incluso podian comprar su libertad y hacerse hombres de provecho. Pero enseguida empezaron los problemas. Hasta hoy.

El huracan Katrina sacó a relucir muchos prejuicios que existen aun hoy en día. Me dió la impresión de que los propios estadounidenses se sienten avergonzados de esas raices del pasado. Como si el Katrina hubiera caído del cielo, nunca mejor dicho, para limpiar esa lacra. Siempre se ha sabido que Nueva Orleans era la ciudad del vicio, sucia por los excesos de sus habitantes, la fiesta, la música pagana, el sexo. Durante esos días se oyeron murmullos atemorizados: “ha sido un castigo, vivían en el pecado”. La propia madre del presidente, despues del huracán, expreso su preocupación de que los refugiados (sí, asi los llamaron, como si vinieran de Cuba, Irak o Palestina) quisieran quedarse en Texas, ya que esa “pobre gente” había “salido ganando” con la nueva situación. Después de oir estas cosas, uno no podía sorprenderse que durante esos días de angustia sus habitantes se sintieran olvidados y despreciados. Todos lo vimos y lo oímos, fuimos testigos. Tardaron cinco días en llegar y sacarlos de allí, dos meses en drenar el agua (el 80 % de la ciudad se quedó inundada por la rotura de los diques, algo que no deberia haber pasado), cuatro en limpiar la basura, seis en darles algun sitio provisional para vivir, y todavía nadie a visto ni un duro de las indemnizaciones o de las aseguradoras. Que esa es otra, ahora están en juicio contra las compañías de seguros, que no quieren soltar la pasta porque consideran que los daños se produjeron por las inundaciones, no por el huracán en sí, y, claro, para eso no estaban asegurados, lo ponía bien claro en la cláusula.

Recomiendo encarecidamente el documental de Spike Lee, When the leeves broke, donde se refleja perfectamente que el desastre no fue sólo sangriento, murieron al menos 1400 personas, pero también social. Es curioso, pero la cifra de muertos y desaparecidos cuesta mucho encontrarla. Yo estoy convencida de que es debido al fuerte impacto social que tuvo en la población estadounidense. Estaban más preocupados por los supervivientes que por los muertos.
Y muchos de esos sobrevivientes abandonaron. Nueva Orleans ha perdido la mitad de la poblacion despues del desastre. De tener 462.000 habitantes ha pasado a 255.000 (datos de marzo de 2007). Y eso tie
ne que notarse de alguna manera. Así que decidí darme una vuelta por allí, con el disgusto de no haber visto el “antes”, de no tener una referencia. Siempre que visito alguna ciudad con encanto me gusta documentarme, como todo el mundo, pero también busco indicios de que es una ciudad para vivir, para instalarse. Y después de lo que ví en el otoño del 2005, lo dudaba mucho.

En Nueva Orleans hay dos ciudades bien definidas. La vieja, la historica, la bella; luego esta la moderna, la “civilizada”, la fea. A toda ciudad estadounidense se le añaden los suburbios que colindan las dos anteriores, donde se encuentran grandes urbanizaciones de clase baja, media y alta, muy alta, todas bien delimitadas. Cuando visitas Nueva Orleans quieres ver la bella, visitar las viejas e historicas calles del barrio francés. No tienes otra opcion en realidad. Me explico.
Al llegar al aeropuerto, un simpatico taxista te rec
ibe con un welcome imponente y una sonrisa alegre y llena de oro, como si les hubieran entrenado para invitar a los turistas a consumir, a dejarse los ahorros en lo que queda de ciudad. Pero luego te das cuenta que ellos son así, hablan por los codos, contestan a tus preguntas, critican a los políticos, se pavonean de su cultura musical y de la mezcla racial. Los que han aguantado y los que han vuelto, están orgullosos de ser nueva orleanenses. Te cuentan que la gente está volviendo, que incluso están pagando a los viejos músicos para traerlos, para que siga la fiesta.

El barrio francés, el cual salio indemne de las inundaciones del Katrina, contiene unas cuantas calles muy exóticas y coloridas, con una arquitectura única, mezcla de años de colonialismo francés y español. Te sorprende que lo hayan protegido de tal manera, está en unas condiciones envidiables. Pero en las calles mas emblemáticas es todo una fachada. Solo contienen hoteles, restaurantes y bares, para una estancia corta e intensa. También encuentras decenas de pequeñas tiendas de souvenires y varias galerías de arte de dudoso gusto. Eso sí, hay música a todas horas, todos los días, en todas partes, festivales de todo tipo, de jazz, de rock, de música latina, la fiesta del tomate criollo, del marisco, de japón. No hay que olvidar el genuino Mardi Gras, el carnaval por excelencia de la región y los jazz funerals, un rito funebre único en el mundo.
La noche lo transforma todo, de repente uno se cree en el recinto ferial de Albacete, con musica de mucho mejor gusto aunque demasiado estruendosa, jovenes bebiendo liquidos fluorescentes y nenetas ligeras de ropa bailando en los balcones y tirando collares a los viandantes (me entere despues de que es una invitacion a un revolcon). Ademas estan las luces de neón, cientos y cientos de bombillas de neón, que iluminan demasiado las calles, y los strip-clubs donde las profesionales lucen posturas de escandalo. Algo escondidos, te encuentras los mejores bares de jazz, eclipsados por el ruido y la fiesta callejera, como el Preservation Hall, donde solo vas a escuchar musica en una sala tenebrosa, donde te sientan en un banco de iglesia, donde no sirven bebidas y donde solo hay publico sibarita, que sabe. Y no se te ocurra abrir la boca.

Pero no se conoce Nueva Orleans hasta que no sales de ese oasis. Me permití saltarme la ciudad moderna, la de los grandes edificios de oficinas e infinitas avenidas. Incluso el paseo en el viejo tranvía, aquel que se llamaba Deseo, y la subida del rio Missisipi en barco de vapor, son bastante pobres. Merece la pena recorrerse la avenida de la esplanada por sus grandes mansiones coloniales, pero eso es todo.

Durante los primer
os meses despues del Katrina, se tenía la desagradable sensación de que la ciudad iba a desaparecer. La evacuación de los afectados fué terrible, los repartieron por todos los estados, separaron a las familias, y los dejaron sin nada, ni siquiera para volver. Pero sorprendentemente, esa gente ha encontrado la fuerza necesaria, no solo para volver, sino para encontrar sus casas destrozadas, tirarlas, luchar contra la burocracia para reclamar sus posesiones y pedir permisos de construcción. Y, casi dos años después, observas con admiración que ahí están, con paciencia y resignación, viviendo en caravanas enfrente de sus casas inhabitables, con sus jardines impecables, y de vuelta a la rutina.
Me permití entonces darme una vuelta por los barrios afectados. Ya no hay basura en las calles, sólo la de aquellos que acaban de volver y empiezan a reconstruir. Pero estan prácticamente vacíos. Se ven muchos anuncios de constructoras, que quieren comprar los terrenos para reconstruir nuevos barrios, para especular (maldita costumbre) y hacer de Nueva Orleans una ciudad más americana si cabe. Pero mucha gente está aguantando, porque no tienen otra opción, porque no tienen dónde ir: ain’t got nowhere to go,ma’am, ain’t got nothing.

Nueva Orleans es una ciudad para vivir, una ciudad con historia, de la que puedes presumir y disfrutar. Tardará algún tiempo en reconstruirse, pero se tardará más en levantar la moral de la población, porque no deben olvidar cómo les trataron públicamente. Si el Katrina no ha podido con ellos, Bush menos.

Para más fotos, pinchar aquí.

1 comentario:

lunasonrie dijo...

Gracias moni, me ha gustado mucho el articulo. Gracias por el paseo historico, por la informacion sobre el desastre y sobre la situacion actual. Si tienes mas fotos me gustaria mucho verlas.