Ya no es el hecho de quién era. Un tipo que se paso 25 años en prisión, en el corredor de la muerte, diciendo que era inocente, trabajando por su comunidad, para que no volviera a ocurrir, para sacar a los chavales de las violentas bandas callejeras... candidato seis veces al Nobel de la Paz, y una al Nobel de Literatura.
Tuve la misma sensación de asco por su asesinato que por el del número 1000 el mes pasado. Casi vomito ayer oyendo al energúmeno de Bush proclamando la libertad y la democracia en el mundo (no me vi el discurso, pero hice zapping tres veces en una hora y seguía diciendo que Irak va bien... ). Llorando estoy ahora despues de discutir con los americanos de mi trabajo (entre ellos mi jefe) que defienden con mucho orgullo la decisión de matar a alguien. Yo no quiero convencerles de nada, pero defenderé con pasión mis ideales, aunque me cueste la moral. Aquí la idea es ojo por ojo, diente por diente. Seguir promoviendo el odio y la venganza. Nadie tiene el derecho a ser perdonado después de haber cometido un crimen brutal (el problema también está ahí... esos crimenes). Argumento: las victimas. Imagina que es tu familia la que ha sido asesinada. Por supuesto yo iría a buscarlo y matarlo con mis propias manos. Pero para eso sirven las instituciones, para poder confrontar estos dramas con la sociedad y ser más civilizados buscando soluciones alternativas. Aquí están aún en la época de Cromañón. A la mierda los Human Rights.
Cuesta mucho vivir en un país que tiene ideales tan opuestos a los míos (a los nuestros debería decir). Y duele más ver que nos separa mucho más que un océano. Así no hay ni habrá jamás un consenso.
martes, 13 de diciembre de 2005
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