Con los amigos no tiene uno por qué decirse todo. Está claro, en cuestiones sensibles no hay por qué entenderse, cada uno es como es, y hay diferencias en la perspectiva de ver las cosas. Siempre he sido de las de boca grande, he querido que todo fuera nítido, limpio y transparente además soy muy inocente y utópica. El caso es que he metido la pata miles de veces cuando mi intención era dialogar sobre algo que me preocupaba... o peor, creyendo que les iba a encantar "hablar de ello" como a mí. Con el tiempo he aprendido a callarme y a darme cuenta que se tiene que aplicar la diplomacia incluso con los mejores amigos. Bueno, no pasa nada.
Con el amor es diferente, intentas desgajar cada trozo de su personalidad. Quieres entender completamente a la persona que quieres, supongo que, por una parte, para encontrar las razones de tal amor, y por otra simplemente es por aburrimiento, cuando se impone la rutina. La comunicación en la pareja es fundamental, no estoy hablando de la estupidez de "decirlo todo", ni hablar. Hay cosas que uno debe guardarse simplemente para acordarse de sí mismo, o porque son demasiado crudas para decírselo al otro, tampoco queremos ir por ahí clavando puñaladas. Supongo que también es algo muy femenino el "tenemos que hablar", pero para mi defensa, también creo que es gracias a eso que las parejas siguen comunicando, porque ya sabemos que para "ellos" nunca hay problemas. Da igual, no intento dar aquí un discurso sexista. El caso es que en este contexto, también he metido alguna vez la pata, pero por mi naturaleza impulsiva y nerviosa. Eso sí, en este caso considero que ha sido siempre útil poner las cartas sobre la mesa y abrir debate. El problema es cómo comunicas, no cuánto y qué. Y reconozco que no soy una buena comunicadora, pero la intención siempre la he tenido, y por supuesto, depende de la persona que tienes en frente. Con algunos no merece la pena ni intentarlo, claro. Y algunos no me han soportado ni cinco minutos. Lo bonito entonces es encontrar a la persona con la que tienes una buena comunicación. Y ahí empieza el amor.
¿Y para qué coño hablo de todo esto?. Supongo que llego a la cuestión que quería proponer. ¿Qué pasa cuando se mezcla amor y amistad?. Pues supongo que hay dos variantes, una amistad banal, o una buena amistad. En el primer caso la cuestión de la comunicación ni se plantea. A no ser que se quiera llegar más lejos, las cosas se dejan como están y uno desaparece. Al cabo del tiempo uno llega a no acordarse de lo que pasó, pero es que tampoco te acuerdas de que fué tu amigo. A todos nos ha pasado, y esas son anecdotillas. El problema entonces es cuando incluso la amistad te parece demasiado importante para mezclarla con el amor. Aquí sí considero esencial la comunicación porque aunque las cosas pueden ensuciarse durante un tiempo, es necesario el apoyo del otro. Porque siempre habrá uno que quiera más que el otro, y no hay que poner barreras a la hora de plantearlo. El no querer hablar del tema me parece cobarde y egoísta. Yo puedo ser egoísta, pero nunca cobarde. Me he arriesgado toda la vida a lo peor, he sufrido, pero también he disfrutado de momentos únicos. También he aprendido a respetar las barreras de los otros, supongo que por miedo a perderlos. Eso sí, siempre he dado mi apoyo en los momentos más crudos. Por eso cuando yo no lo obtengo de alguien que me importa tanto no consigo entenderlo, y se puede ensuciar mucho la relación. En estos casos también el tiempo es un factor fundamental, no se olvida al amigo, pero vuelven a surgir cosas de las que ya no se puede hablar. Y llego entonces al punto de salida, en la amistad el respeto es lo primero, aunque llegues a querer más. Diplomacia superficial.
martes, 8 de noviembre de 2005
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